11.29.2007

demonios.de.otros.

lo pondré en primera persona.y despues lo quito, lo hago mio, lo resano, y quiza lo vuelva a subir cuando ya sea parte de mi personaje.

He estado pensando ultimamente en el matrimonio, no se por que o tal vez si, de pronto me bombardearon noticias de boda de seres muy cercanos a mi, lo primero que pense fui pensar en compadecerlos luego gradualmente fue cambiando mi opinion hasta llegar a un punto neutral, donde cada persona tiene derecho hacer con su vida lo que le plasca y a buscar llenar ese vacio natural como mas les convenga, casi todas las cosas son mejores que mantenerlo con un flujo constante y un relleno efimero como lo hago yo, no pienso meterme con el tema del amor, por ahora, esto mas bien es un despojo de ideas e intento de analisis del por que le tengo terror al hecho de "compartir", quiza sea solo cuestion de valores y en mis valores no esta la idea de un enlace eterno cuando menos no por ahora, realmente sonare tonto y hasta trillado pero no alcanzo a comprender el concepto y utilidad del matrinonio, ha habido y hay de hecho personas que son sumamente importantes para mi, sin embargo tambien existe un valor quizas extremo que le doy a mi individualidad, si ya se que me diran que todo se puede cuando encuentras la persona idel bla bla bla, intento hacerlo friamente creeme que si conozco la sensacion de las endorfinas, no se a donde se remonta este sentimiento , es muy superficial de hecho, pero por cada año que pasa y cada logro que tengo, se hace mas fuerte cuando veo personas que han perdido esas oportunidades por estar casados, y cada que soy testigo presencial de las infidaelidades y deslices de mis conocidos con espos@ , siento una victoria, un enorme desden por la falsedad de tal.
** esto pensaba uno de los personajes de una novela que nunca ha estado siquiera cercana a finalizar, yo tenia 17 años, hoy lo pongo aqui, el personaje, obvio, sigue sin envejecer, pero yo tengo un poco mas que 17.buen experimento.buena confrontación.

11.27.2007

la edad.

creo que se encuentra en medio de una crisis, ahora resulta que se comprara una consola de videojuegos, no hace mucho tiempo los desdeñaba, no sabe nada de eso, pero pidió la mas cara, antes leía a un tal sabines y benedetti y otros poetas pateticos [en el sentido original de la palabra] igual y todavia lo jode algun poema pero esos libros ahora están muy escondidos, no le late mucho socializar pero suele ser amable, se encabrona ante muestras de racismo estupidas como la ola "anti-emo" aunque no conozca uno solo, cada vez tiene discuciones mas acaloradas con la soledad, pero se niega rotundamente a ponerse un grillete. muchos cambios. yo le digo que es la edad.
aun asi creo que sigue siendo este:

AQUEL CUYOS OJOS SE COLMAN DE LÁGRIMAS

Eusebio Ruvalcaba

Es simpático, agradable, e invariablemente dan ganas de invitarlo a las reuniones. Su más o menos fino sentido del humor se manifiesta a la primera oportunidad. Por ejemplo, alguien cuenta un chiste o menciona alguna anécdota graciosa de algún personaje público, y entonces él ríe a carcajadas. Su risa contagia. En el acto las mujeres reparan en él. Algo tiene diferente, quizás es más distinguido, o ha corrido más mundo. Pero la vida la tiene en un puño. Piensan.
Acepta la primera copa. Su garganta no reconoce preferencias. Le da lo mismo si le ofrecen vino, tequila, ron o whisky. Apura el contenido y pide la segunda. Para enseguida consumir la tercera. Se ha agudizado su inteligencia, su sensibilidad ahora es más fina.
Comenta con certeza y gracia algún acontecimiento próximo, la última película que ha visto o el descubrimiento de algunas ruinas. Utiliza el sarcasmo con maestría. No es excesivo en sus apreciaciones. Más de un hombre lo escucha con interés. La verdad, con dos copas y media es mucho más interesante. Deja que los demás charlen, que la conversación tome el rumbo dictado por el azar. Porque respeta el azar. Piensa que la mitad de la vida de los hombres la construye la suerte, justo aquello que no está en las manos de nadie. Escucha en la misma medida.
Es prudente. Siempre ha sido de esa idea: el respeto que cada quien se merece ha sido su impronta, la única huella que le gusta dejar. Sugiere que alguien suba un poco el volumen del CD. No es común la música que está escuchando. Leonard Cohen, lee en la carátula del compacto. Se pregunta entonces, o mejor que eso, hace la pregunta al aire: ¿Cómo es posible, dice, que sea posible componer música tan bella? ¿Qué acaso este señor Cohen es un ángel, un enviado de Dios o algo así? Alguien explíqueme, por favor.
La gente alrededor ríe. Realmente es un hombre singular. Un hombre que extiende su brazo y que alguien lo anima para servirse más. Ahora bebe con mayor prontitud. Atrae la atención. Se deja caer hacia atrás en su asiento. Se concentra en la melodía. Quienes lo rodean esperan el siguiente comentario. Algo que apuntale lo ya dicho, que lo refuerce. Pero él bebe. Se limita a beber. Siente sobre sí el peso de las miradas. Seguramente ha hablado más de la cuenta, pero ya es demasiado tarde. Recorre con esos ojos suyos hermosos y traviesos los rostros de las personas que lo rodean. No hay pistas. Ignora a qué nombres correspondan esas caras herméticas, algunas brillantes por el calor que sofoca la sala, otras rojas por el vino que ha comenzado a provocar estragos. Fue presentado, cierto, pero su nerviosismo le impidió detenerse en los nombres de cada quien. E ignora asimismo el oficio de los que están ahí. Simplemente se le invitó, accedió a ir y está ahí.
Una nueva música permea la reunión. Es el soundtrack de Philadelphia. Vio la película y las escenas se repiten en su cabeza. Una por una, las secuencias que lo cautivaron se reproducen con precisión sorprendente. Mientras su memoria trabaja se hace preguntas sobre el dolor, sobre la vida, sobre el fracaso. Bruce Springsteen, Peter Gabriel, Neil Young parecieran tener la respuesta a las preguntas cuyo fondo es negro, como un boquete en el corazón.
Se pone de pie y se dirige a la pequeña barra que, a modo de cantina, contiene las bebidas para la noche. Localiza lo que ha estado bebiendo y llena su vaso. Lo levanta y lo mira atentamente a trasluz. Los brillos parecen provenir de un sol pequeñito que flotara en la bebida. Da un sorbo. Siente cómo el sol resbala por su garganta. Le hace una sonrisa a nadie y regresa a su lugar. Esta vez la charla se ha dispersado y todos platican con todos. Capta palabras en desorden: crisis, rines de magnesio, concierto, láser... No se atreve a intervenir en ninguna conversación. Pero bebe. Escucha la música de los hielos que chocan entre sí y agita aún más el vaso. Le acercan el plato de las botanas y se sirve una buena dotación de papas fritas con guacamole. Él mismo se pone de pie y lleva la charola hasta una pareja que parece estar ausente. Sin mayores preámbulos les ofrece el contenido. Ellos -él y ella- lo miran con cierta curiosidad y aceptan la cortesía. Ella le sonríe con especial intención, como si apreciara doblemente la deferencia.
Regresa a su lugar pero ha sido ocupado por otro. Eso lo sobrecoge mas no le da mayor importancia. Se recarga en una pared. Ahí se está mejor. Desde ese sitio privilegiado puede, a sus anchas, contemplar a los invitados. Es evidente que nadie repara en él. Le gusta sentirse así: como un invitado más y ya. De hecho, teme encontrarse con la mirada del anfitrión. Es mejor evitarlo. Así no se le ocurrirá llevarlo con nadie. Fue presentado al llegar y eso es suficiente. Ahí debe terminar la cortesía, se dice con firmeza.
Una copa más. Vierte el contenido hasta la boca del vaso. La bebida está a punto de derramarse, pero camina muy derecho. Piensa que acaso alguien lo observe. Piensa que es tan fácil hacer el ridículo. Su mano es fuerte. Su brazo es fuerte. Ese vaso nunca se la caería. Así sobreviniera un terremoto.
Algo ha ocurrido, pero nadie, salvo él, se ha percatado. Por distracción o a propósito, alguien oprimió el botón de repeat 1 en el track nueve. Neil Young se repite una vez tras otra. La bellísima voz masculina penetra en su alma como si escuchara la voz de su madre llamándolo a comer. Viene a su cabeza una vez más la ocasión que vio Philadelphia. Fue solo al cine. Compro una micropizza de salami y un refresco de lata para la función. La impresión que le provocó la película fue tan impactante, que al final se dio cuenta de que apenas se había llevado el refresco a la boca.
De pronto su lugar original se desocupa y regresa hasta él. Se trata de un sillón antiguo, que no tiene nada que ver con el resto de la sala. Su tapiz es de terciopelo verde y hasta para el observador más distraído es claro que los mejores tiempos de ese mueble hace mucho que han pasado. De un par de sorbos bebe la mitad del vaso. Ha empinado el recipiente con tal denuedo que unas cuantas gotas fueron a parar a su camisa. Quita las gotas con los dedos. Su primera intención fue sacar el pañuelo pero se arrepintió en el instante. A quién le importa un detalle tan superficial, se dice. Y en seguida apura el resto.
-¿Te sirvo otra? ¿Es whisky, verdad?
Hace mucho que una cumbia ha suplido a Neil Young. No más, cuando menos por el momento, el soundtrack. Ni siquiera lo había advertido, hasta que la voz femenina lo sacó de sus cavilaciones. Es una voz que reúne todas las voces. Así lo piensa. Ve a la mujer y tienen que pasar dos segundos para que la recuerde: es la chica a la que le ofreció la botana. La que estaba con su pareja.
-Sí, gracias, muy amable -responde. Y le da el vaso. Es respetuoso. Y es educado. Le parece inadmisible la vulgaridad. En su familia aprendió a dar las gracias y pedir las cosas por favor. Así fue educado. Ve alejarse a la chica. Es hermosa; aunque, lo demuestra con un arqueo de cejas, todas las mujeres son hermosas cuando son atentas. Busca entonces al novio. Está allá, platicando con el anfitrión. Todavía más le agradece el gesto a la mujer. Que se haya fijado en él para corresponderle lo asombra. Se siente abrumado. Que alguien repare en él lo abruma. Por un gesto aún más trivial, sería capaz de dar la vida. Quizás por un elote, reflexiona y una gran carcajada está a punto de rubricar su pensamiento. Pero algo le impide reírse como acostumbra: las lágrimas, que de pronto colman su rostro. No se las explica.

11.17.2007

inesperadamente parís me vuelve abrir los brazos, ha decidido darme una segunda oportunidad, luz que yo creí extinguida, me exige una respuesta casi inmediata, justo cuando estoy en la tibiesa de mi imposibilidad, con anclas recién encontradas y con un boceto de mi vida. ella definitivamente no ira. no es para ella, yo he estado convencido muchas veces que ella es para mi. aventurarme significaría echar por la borda mi cuadro de estabilidad, renunciar a los halagos para meterme en las fauces de mi pasado recargado. fumo y esta vez el humo no da respuestas.

11.01.2007

nos mentimos constantemente, adelantamos cinco minutos el reloj, , nos encanta pensar que todo saldra bien, insistimos en creer que"no fue mi culpa", " no volvera a suceder", "puedo controlarlo", cientos de ejemplos, miles de comillas, y me pregunto, entonces ¿por que caraxo nos enfadamos cuando alguien mas nos miente?

de.frios.

me es imposible escapar de los recuerdos, justo en el frió, mil flechas son disparadas, alguna tenia que dar. un olor, una canción, una prenda: la chispa. tengo tanto combustible. algunos años atrás, apunto de graduarme, ya sin clases, inmerso en los folclores, en las compras y preparativos. optaba por correr a su regazo, el pretexto: las corbatas, los zapatos, el frió. levantaba el dedo pulgar esperando que alguien me llevase por sus rumbos, y luego me enfrentaba a aquel complejo pero divertido medio de transporte, pendiente de las estaciones me baxaba en aquel monumento extraño, caminaba una cuadra, atravesaba una clínica y ahí estaba su edificio, la emoción ya hervía al escuchar su voz por el interfón, y después todo y nada, mi pase a la tibieza, su blanco apartamento me invitaba a levitar, preparar de comer, ver televisión, pasear por los centros comerciales, tomar café en el balcón, dormir, ella se quedaba dormida , yo veía tv [debo comentar que para mi siempre ha sido algo excepcional esa caja de imagenes nunca había tenido una , y hasta el momento, así que las pocas veces que tengo contacto con tal me pierdo] , me asomaba por la ventana y fumaba mientras observaba la fiesta del apartamento de enfrente, estudiantes de medicina, usaban peluca y zapatillas, bailaban, bebían, y regresaban a la mesa de centro por una linea, me invitaban con señas, yo sonreía y volvía a la cama, ella ya se encontraba totalmente envuelta, yo descobixado, eso difilcultaba los abrazos, pero en la madrugada , justo cuando el frió, nos buscábamos, nos abrasábamos, yo le besaba la frente y ella se apretaba contra mi, después sonaba el despertador, el rito era conocido, ella corría a la ducha, prendía la tv, y ahora yo me envolvia totalmente, pero siempre atento para ver como se vestía, ropa interior siempre combinada, se cubría de crema, me resultaba sensual, al ponerse el pantalón yo volvía a dormir, se maquillaba, y después de esto me pelliscaba, siempre, yo solo gruñía, y se metía otra vez a la cama, 15 minutos, yo me perdía totalmente, cuando despertaba, tenia un termo con café a mi lado y una nota. bella nota.